En los últimos meses, la publicación de la Directiva Europea 2023/1791 sobre eficiencia energética ha desatado preocupación, confusión e incluso bulos sobre el futuro de las calderas de gas. Sin embargo, es crucial aclarar que la Directiva no prohíbe el uso ni la instalación de calderas de gas. Tampoco obliga a sustituirlas exclusivamente por aerotermia o bombas de calor, una medida que sería económicamente inviable para muchos hogares.
La libertad de elegir soluciones eficientes
La normativa europea promueve la modernización de los sistemas de calefacción, incentivando tecnologías más eficientes y menos contaminantes, pero deja la elección final en manos de los usuarios. Esto significa que los clientes pueden optar por la solución que mejor combine ahorro, eficiencia, confort y una inversión ajustada a sus necesidades.
Un ejemplo esclarecedor lo encontramos en el sector automovilístico: actualmente, nadie está obligado a comprar un coche eléctrico, y los vehículos con combustibles tradicionales siguen siendo los más vendidos. De manera similar, los usuarios de sistemas de calefacción tienen la libertad de elegir calderas de gas como una solución eficiente y accesible, sin imposiciones ni costes excesivos.
En España, con su diversidad de zonas climáticas, economía familiar y tipos de vivienda, no existe una única solución óptima. Por ello, las calderas de gas siguen siendo una alternativa clave, especialmente porque ofrecen una transición accesible y eficiente hacia sistemas energéticos más limpios, como los gases renovables.
El futuro del gas: renovable y compatible con soluciones híbridas
El gas renovable es ya una realidad en España. Actualmente, España cuenta con ocho plantas de biometano en funcionamiento y más de 500 proyectos en desarrollo, consolidando al gas renovable como una alternativa madura y sostenible.
Las calderas de condensación actuales son totalmente compatibles con combustibles renovables como el biometano o el hidrógeno, lo que garantiza su viabilidad a largo plazo sin requerir adaptaciones.
Alineado a esta evolución, los promotores y constructores están adoptando soluciones híbridas que integran gas y electricidad, cumpliendo con las exigencias del Código Técnico de la Edificación (CTE). Estas soluciones permiten a los usuarios disfrutar de sistemas de climatización eficientes y flexibles.
Transición justa: evitar costes desproporcionados
Apostar exclusivamente por la electrificación, como la aerotermia o las bombas de calor, plantea importantes retos económicos y técnicos. Según estudios recientes elaborados por Arthur D. Little para la Fundación Naturgy, instalar un sistema de aerotermia puede representar más del 50% de la renta media anual de una familia española, lo que resulta inasumible para muchos hogares, especialmente los de menores recursos.
En comparación, renovar una caldera de gas implica un gasto hasta un 70% menor que la instalación de una aerotermia. Además, las calderas de gas ofrecen alta eficiencia y compatibilidad con gases renovables, lo que las convierte en una opción práctica y económica.
El uso de las calderas no solo beneficia a la población, que puede acceder a soluciones más económicas y prácticas, sino también a los instaladores. Para ellos, las calderas de gas representan una tecnología más sencilla de manejar gracias a su facilidad de instalación, puesta en marcha simplificada y mantenimiento práctico y eficaz.
Conclusión
Las calderas de gas no están prohibidas. Al contrario, representan una solución eficiente y económica que, junto con el desarrollo de gases renovables, apoya una transición energética sostenible y justa.
El sector gasista continuará impulsando el cambio hacia combustibles más limpios, como el gas natural y sus variantes renovables, dejando atrás opciones más contaminantes como el carbón o el gasóleo. La neutralidad tecnológica y la diversidad de soluciones energéticas serán fundamentales para garantizar un futuro accesible, eficiente y sostenible para todos.
